Transmitir información no es lo mismo que comunicar. Sin embargo, cuando ambas acciones se realizan sin un conocimiento previo de las necesidades, tienden a quedarse en el vacío. La comunicación es un proceso de transmisión de mensajes entre los participantes, ya sea con o sin intención, con el fin de informar o influir en un individuo o grupo. En la era de la globalización, donde cualquier fenómeno puede convertirse en patrimonio de muchos en cuestión de segundos, resulta crucial dominar y emplear las nuevas tecnologías de la comunicación e información para visibilizar lo que nos es propio.
El flujo de información entre quienes divulgan el conocimiento y aquellos que lo poseen no es unidireccional. Las comunidades atesoran un vasto caudal de saberes, herencias y experiencias, que debe ser motivo de interés para los divulgadores. En las pequeñas comunidades de la zona norte de la región de Valparaíso, que abarcan desde el mar hasta las altas cumbres de la cordillera, se encuentran innumerables vivencias, historias, tradiciones, recuerdos, personajes, oficios, tragedias y momentos de prosperidad. Aunque mucho de esto es conocido o recordado, gran parte no ha sido registrado, y con frecuencia el conocimiento se pierde a medida que quienes lo poseen lo olvidan.
En estos lugares, la historia no es la tradicional del país. Los hechos solo cobran importancia en la medida en que han influido en el desarrollo nacional. La relevancia turística y patrimonial de los sitios se reconoce solo cuando trasciende sus límites, dejando a los habitantes, muchas veces, ajenos a la riqueza de sus costumbres, valores y patrimonios, sin comprender la magnitud de la herencia que llevan consigo.
Nosotros, como un grupo de personas nacidas y criadas en estos lugares, a veces trasladadas a metrópolis cercanas o distantes, vemos cómo lo global impacta el devenir de estas comunidades, pero también observamos cómo ellas conservan su propio modo de vivir, con otros códigos de información, objetivos desordenados y resultados inesperados. Es así como se va tejiendo un conocimiento propio, alejado de los procesos masivos y colectivos.
Ahí es donde queremos enfocar nuestra atención, en lo más auténtico, o al menos, en mostrar y registrar lo que vale la pena conservar. De este modo, las generaciones futuras tendrán algo que evitar perder.
Como todo proyecto ambicioso, nuestro objetivo es registrar y mostrar a las personas su propio mundo. Muchas veces, ellos no ven, no conocen lo que los rodea o no tienen la oportunidad que tenemos nosotros de recorrer los lugares, conversar con la gente y documentar sus vidas y conocimientos. Grabar sus testimonios y reflexiones, a menudo en las etapas finales de sus vidas, permite que dejen un legado para la posteridad; su imagen y su voz permanecerán un tiempo, y, si la suerte lo permite, se multiplicarán a través de su conocimiento.
Este es un proyecto ambicioso y, a la vez, simple: reconocer su valor ahora para ser recordados en el futuro. Con un toque de ironía, confieso que envidio a quienes mirarán nuestro trabajo en el futuro, aquellos que podrán tomar nuestras imágenes y palabras y rescatar su verdadero valor. Algunos las verán con indiferencia, midiendo su importancia, pero espero que muchos otros reconozcan que, más allá de las limitaciones técnicas o compositivas de nuestro trabajo, en sus manos tendrán un verdadero regalo, un tesoro.
Curichilongo es un proyecto que estamos desarrollando lentamente, sin apuro, sin expectativas comerciales ni exigencias de rendimiento. Nos interesa el valor del contenido, y es eso lo que queremos mostrar de la mejor manera posible. Creemos que los lugareños de hoy merecen ver la mejor cara de su forma de vivir y de su entorno. Debemos presentarlos con respeto, y que quienes vean nuestro trabajo puedan decir que en él pusimos dedicación y cariño.
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